lunes, 24 de octubre de 2011

LEYENDAS DE HALLOWEEN

LEYENDAS DE HALLOWEEN

  EL ANIVERSARIO
Se dice que por allá por los 80, en un lujoso barrio de las afueras de los Ángeles, una jovencita llamada... mmm... Eliza... Si, si, se llamaba Elizabeth, Elizabeth Jones, prestaba sus servicios como niñera. Todos decían que era muy buena, y lo era, lo malo es que no dudaba en ponerles películas terroríficas a los niños, ya que las adoraba. Si... A Elizabeth (a la que desde ahora llamaremos Liza) le gustaban mucho lo relacionado con el miedo: espiritismos, maldiciones...

Bueno, todo empieza una noche en que los Sr. Smid salen por ahí. Para cuidar de los niños llaman a Liza. Cuando se van, los niños le piden a Liza ver una película de terror, y aun que ella dice que no las aguantan, acaba cediendo, pues le encanta ver la cara de terror que pone la gente. En fin, ven un trozo de la película, pero los niños no la soportan, así que se van corriendo a sus camas llegado a un punto de la peli bastante terrorífico sin que Liza les diga nada. Liza se disponía a ver el resto de la película cuando llamaron a la puerta. Abrió. Ante ella apareció una mujer rubia, algo bajita, pero esbelta.

-Hola-dijo casi en un susurro-. Querría hablar con Susan, es decir, la señora Smid.
-En este momento no está. Contestó Liza.
-Ammm...Y, ¿podría esperarla dentro? Mire, es que yo soy su hermana pequeña. Me llamo Cloe.

Liza dudó, pero al reconocer a la misma mujer en una foto, le dejó entrar.
En seguida se pusieron a hablar. A Liza le gustaba Cloe. Tenía los mismos gustos que
ella, sobretodo eso: el miedo. Quizá hablaron durante 3 horas. Llegando a medianoche, Cloe se levantó, miro el reloj que había sobre una pequeña mesa y dijo:

-Mi hermana tarda demasiado... No puedo quedarme más, debo irme. Ya la vendré a ver
mañana. Adiós, Liza. Espero volver a verte.

Liza insistió en que se quedara un poco más, pero no consiguió convencerla. Asomada a la puerta veía como se alejaba. Entonces ocurrió algo extraño, cuando cruzaba el cruce de mitad de la calle... se esfumó. Liza pensó que no tenía importancia: había algo de niebla.
Media hora después llegaron los Smid. Pagaron a Liza más de lo debido, como agradecimiento Liza decidió ser más cordial de lo normal, y alegremente les preguntó:

-Y ¿qué? ¿Cómo se lo han pasado en la fiesta?.

Entonces, la señora Smid confesó entre lágrimas que no habían ido de fiesta, si no que habían ido al aniversario de la muerte de Cloe, su hermana, que había muerto hacía un año atropellada en el cruce de esa misma calle...

LA LLORONA
Cuenta la leyenda que en un lejano pueblo vivía una joven mujer junto con sus tres hijitos, todo iba muy bien, los niños eran muy felices y su madre los quería muchísimo. pero una noche lluviosa de invierno ocurrió algo terrible.

como os digo, aquella noche, llegó a casa el padre, quien los había abandonado tiempo atrás. sin él la familia era feliz y esa noche sus gritos y borracheras se volverían a notar en la casa, por no hablar de las brutales palizas que tanto los niños como la madre sufrirían. la mujer siempre había rezado para que no regresara nunca más, pero el destino quiso otra cosa.

con su odio, el hombre botó de un puñete la puerta y entró gritando que todos fueran a recibirlo, los niños, espantados, se escondieron y la madre, por amor a sus hijos, se enfrentó cara a cara con su marido. la mujer sufrió un golpe que la dejó sin sentido durante varias horas. cuando despertó, buscó a sus hijos por todos los rincones de la casa pero ni los niños ni su marido se hallaban por ninguna parte, desesperada, corrió bajo la tormenta llorando y gritando sus nombres, pasaron días, meses, años, muchos años...

hasta que una noche murió de tristeza, nadie supo nada de los niños, nadie los vio nunca más, no aparecieron sus cuerpos o alguna señal del hombre que se los llevó
.
desde entonces se dice que su espíritu no descansa en paz y todas las noches se le oye llorar y lamentar con tristeza por los alrededores de un estero. las mujeres corren tras sus hijos para esconderlos, ya que cuentan que se los puede llevar la llorona, para volver a ser feliz.

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